29 mayo 2010

'Legión': empanada bíblica

LA PELÍCULA EN LA MEJOR WEB DE CINE: LA BUTACA

por JOAN PAU INAREJOS
 

Nota: 4
Tanto monta, monta tanto, ángeles como demonios. Esa parece la máxima de 'Legión', una película de aires metafísicos donde la interesante premisa de un Dios vengador sirve como mera excusa para montar un túnel del terror plagado de zombis y poseídos. Teología de gasolinera, vaya.

Toda una lástima, porque la idea de una legión de ángeles exterminadores prometía una sugestiva vuelta de tuerca, y más aún cuando uno de sus soldados, el aguerrido Miguel, se convierte en un ángel caído, se arranca (literalmente) las alas en una lluviosa calle digna de 'Blade Runner' y cambia de bando para luchar al lado de la humanidad. Paul Betanny, el monje siniestro de 'El Código da Vinci', es sin suda lo mejor de la función, ejerciendo su trágico papel con una severidad encomiable.

No se puede decir lo mismo del inefable Dennis Quaid, que hace el ridículo de su vida interpretando al dueño de un bar de carretera, primero apacible pero luego convertido en el mismísimo lugar del Armagedón. Por desgracia ya conocíamos el modus operandi del eterno macho alfa del cine americano, pero su reconversión en ranchero de la humanidad amenazada hace que cualquier película de Antena 3 a las cuatro de la tarde parezca cine de autor al lado de semejante bodrio. La sobreactuación de este hombre merece una sanción económica del sindicato de Hollyood, o como mínimo una inhabilitación de 20 años para la industria cinematográfica (por menos han cazado a Garzón). 

Por lo demás, el director Scott Stewart jamás se atreve a mirar de frente el argumento radical que él mismo convoca: un Dios hastiado e iracundo, que envía las divisiones angélicas contra sus propias criaturas humanas como terrible genocida del cielo. En vez de profundizar en el relato, tan teológicamente incorrecto (aunque lejanamente inspirado en el el Diluvio Universal y el Apocalipsis), Stewart se dedica a movilizar tropeles de zombis y poseídos bastante homologables, sin ninguna pista de su origen celestial. En su circo infernal hay que reconocer algunas perlas, como cierta anciana, presuntamente adorable, que se pone a trepar por el techo (bravo por el gag), o un vendedor de helados que se se dilata como una enorme araña con elefantiasis, que parece la mascota del hombre que grita de Edvard Munch.

Así pues, sin noticias de Dios en este fallido ejercicio de terror bíblico, que acaba reducido a una burda secuencia de sobresaltos, donde los sustos se alternan con las carcajadas merced a un guión delirante sin pies ni cabeza, con final restaurador incluído. Si aún viviera, San Juan pondría una querella criminal por lo que han hecho con su Apocalipsis, pero el apóstol deberá conformarse con el sonrojo desde la tumba. 

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27 mayo 2010

proverbios y cantares

ANTONIO MACHADO

los sueños
El hada más hermosa ha sonreído
al ver la lumbre de una estrella pálida,
que en un hilo suave, blanco y silencioso
se enrosca al huso de su rubia hermana.
Y vuelve a sonreír porque en su rueca
al hilo de los campos se enmaraña.
Tras la tenue cortina de la alcoba
está el jardín envuelto en luz dorada.
La cuna, casi en sombra. El niño duerme.
Dos hadas laboriosas lo acompañan,
hilando de los sueños los sutiles
copos en ruecas de marfil y plata.


cantares enviados a unamuno en 1913
Señor, me cansa la vida,
tengo la garganta ronca
de gritar sobre los mares,
la voz de la mar me asorda.
Señor, me cansa la vida
y el universo me ahoga.
Señor, me dejaste solo,
solo, con el mar a solas.

(...) Por todas partes te busco
sin encontrarte jamás,
y en todas partes te encuentro,
sólo por irte a buscar.

canciones a guiomar
                     Tu poeta
piensa en ti. La lejanía
es de limón y violeta,
verde el campo todavía.
Conmigo vienes, Guiomar;
nos sorbe la serranía.
De encinar en encinar
se va fatigando el día.
El tren devora y devora
día y riel. La retama
pasa en sombra; se desdora
el oro del Guadarrama.
Porque una diosa y su amante
huyen juntos, jadeante,
los sigue la luna llena.
El tren se esconde y resuena
dentro de un monte gigante.
Campos yermos, cielo alto.
Tras los montes de granito
y otros montes de basalto,
ya es la mar y el infinito.
Juntos vamos: libres somos.
Aunque el Dios, como en el cuento
fiero rey, cabalgue a lomos
del mejor corcel del viento,
aunque nos jure, violento,
su venganza,
aunque ensille el pensamiento,
libre amor, nadie lo alcanza.

ocàs


ANTONIO MACHADO ('EL PAÍS', EDICIÓN DE 2003)

26 mayo 2010

'Io sono l'amore' o la esposa esposada

LA PELÍCULA EN LA MEJOR WEB DE CINE: LA BUTACA

por JOAN PAU INAREJOS
 

Nota: 7,5
Mucho se ha escrito (y filmado) sobre la decadencia de la familia. La historia de la ficción está trufada de relatos sobre la descomposición de esta institución que, para desespero de sus enterradores, nunca se acaba de morir. Mejor: porque si no, no gozaríamos de tragedias tan majestuosas como 'Io sono l'amore', una crónica soberbia sobre la agonía de los Recchi, estirpe de la burguesía  industrial de Milán cuyos cimientos se tambalean cuando llega la hora de la sucesión.

El relato gravita en torno a una sola mujer, Emma Recchi, la matriarca de origen ruso que siente la urgencia juvenil de abandonar el fragor de las fábricas para escapar a la campiña tras los pasos de un joven cocinero de piel morena. Tilda Swinton, espigada y adusta como una mujer de Modigliani, vuelca todo su buen hacer en este personaje, que viene a entroncar con Madame Bovary, Ana Karenina y todas las heroínas infieles del siglo XIX. 

'Io sono l'amore' plasma certeramente el cautiverio de esta esposa extranjera, que no acaba de encontrar su lugar en el tinglado familiar y cuyo guisado estrella no es la pasta (oh sacrilegio), sino una modesta sopa de pescado llamada Ujà que, para más austeridad eslava, debe adquirir un color transparente para servirla como Бог (Dios) manda.

La película, con sus 123 minutos a ratos fatigantes, nos reserva alguna escena memorable, como cierto cementerio donde la verdad rompe el luto y sale desgarrada como un grito irreverente y romántico. Imperdibles y casi cómicos también los gestos de dignidad de esta burguesía italiana, donde el traje parece más importante que la persona. No se puede escribir más sin reventar las perlas de esta exploración a las profundidades de una familia, que, como los fariseos bíblicos, se dedica abnegadamente a blanquear sus sepulcros.

15 mayo 2010

'Two lovers': Forrest Gump se pone serio

LA PELÍCULA EN LA MEJOR WEB DE CINE: LA BUTACA

por JOAN PAU INAREJOS
 

Nota: 7,5
Forrest Gump se ha puesto serio. Ya no es aquel candoroso borderline de los años 90, que protagonizaba un épico cuento de hadas entre algodones voladores y bombas de Vietnam. Si Tom Hanks recorría toda Norteamérica en pos del amor, aquí ocurre todo lo contrario: Leonard, el joven trastornado que interpreta Joaquin Phoenix en 'Two lovers', concibe su sueño romántico sin apenas salir de las asfixiantes fronteras de su piso de Brooklyn, donde vive con sus padres sobreprotectores.

Phoenix convence intensamente con su personaje de soltero sufrido, desequilibrado y crónicamente infantilizado. Lejos de la caricatura o la compasión barata, lejos de tantos playboys hollywoodienses, Leonard es lo más parecido a un pelele, un hijo de mamá caído en desgracia que un buen día visualiza el Nirvana al contemplar a su neurótica vecina, una rubia llamada Michelle.

Gwineth Paltrow es quien pone rostro a esta vecina del bloque, urbanita y desenfadada pero profundamente escurridiza y enganchada a los hombres, al estilo de las musas clásicas de Woody Allen (Diane Keaton y compañía). Al igual que la tentación rubia, Michelle vive en el piso de arriba, como una cercana fascinación palpitante que encenderá las fantasías voyeurs del bueno de Leonard. Pero ay. Sus padres ya han dispuesto otro futuro para él. Un porvenir hogareño, un trabajo estable y una mujer mucho más formal y predecible.

El director James Gray resuelve este triángulo amoroso con una elegancia digna de elogio, acercándonos la humanidad de todos estos bichos raros (tan cotidianos por otra parte) que intentan navegar entre su realidad y sus afectos escondidos con una entrañable impotencia, en escenarios tan poco comunes como una comunión judía o una terraza fría y ventosa. Saborearán esta cotidianeidad freaky, este encantador realismo de los perdedores, los que disfrutaron leyendo las andanzas de Holden Caulfield en aquel 'Guardián entre el centeno' del misterioso y recién fallecido Jerome David Salinger.

Cierto que la lentitud, la falta de estridencias y la paciencia psicológica de 'Two lovers' llega a hacerla aburrida en algunos de sus tramos (muchos acudirán engañados con los kleenex para llorar con un típico melodrama), pero a Gray jamás le tiembla el pulso en su peculiar y carismática galería humana, donde también hay que incluir una madre severa que acabará revelando su lado más amoroso, fantásticamente interpretada y casi fabricada por Isabella Rossellini. Rehuyendo desenlaces complacientes, la película nos da un brochazo de melancolía: no siempre se puede salir de la jaula, y quien sabe si Forrest Gump deberá, como en la canción de Serrat, "menjar-se el que es troba pel carrer".

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08 mayo 2010

'El último verano de la Boyita': oda al diferente

LA PELÍCULA EN LA MEJOR WEB DE CINE: LA BUTACA

por JOAN PAU INAREJOS
 

Nota: 8
El cine está lleno de personajes normales, con los que nos podamos identificar. A menudo esta normalidad está construída laboriosamente, artificiosamente, hasta que saltan a la vista las costuras y los engranajes. Afortunadamente, nada de eso ocurre en 'El último verano de la Boyita', una película pausada y envolvente, de textura intimista y desenfocada, donde el diferente, el tarado, el anómalo, se revela con una desarmante espontaneidad.

Con un montaje naturalista, con inteligentes encuadres y sin apenas diálogos, la argentina Julia Solomonoff nos sitúa en el ruedo idílico de unas vacaciones de verano en el campo, donde la pequeña Jorgelina buscará evadirse de unos padres separados y de una hermana que ya vuela en las menstruales arrogancias de la pubertad. Rehuyendo los tópicos, el campo está aquí trazado con pinceladas veraces: por una parte los campesinos hastiados y enfrascados en sus tareas, y por otra, los visitantes urbanitas que acuden con el único designio de darse un buen chapuzón.

Ambos mundos se encontrarán con la aparición de Mario, un niño taciturno y ceñudo que ejerce abnegadamente su papel de peón agrario, entre caballos y cosechas. Inicialmente impenetrable, Mario irá rompiendo su misteriosa cáscara gracias a la inocencia de Jorgelina, que busca insistentemente un compañero de juego. Y hasta aquí podemos leer, porque esta es una película para verla: para ver cómo la infancia, lejos de tantas imágenes prefabricadas, es un lugar de libertad y de brazos abiertos, donde aún no existen los prejuicios ni las ansias catalogadoras. Una película para ver que el cine se puede atrever a filmar lo extraño sin estridencias, lo turbador con humanidad, lo anormal sin catarsis moralistas ni morbosas.

A buen seguro las experiencias de Jorgelina con el rubio excéntrico no aparecerán en su álbum de vacaciones, ni podrá contarlas en una charla de sobremesa sin que la miren de reojo, porque tienen la materia inefable y escurridiza de los secretos del corazón.

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01 mayo 2010

'Iron Man 2': cachondeo en la ferretería


LA PELÍCULA EN LA MEJOR WEB DE CINE: LA BUTACA

por JOAN PAU INAREJOS
 

Nota: 6
Felizmente, a la sección de superhéroes de Hollywood le ha dado una vena cachonda. Después de muchos años tomándose demasiado en serio a si mismos, 'Los Increíbles' de Pixar ya vinieron a demostrar lo desternillantes que pueden llegar a ser los salvadores del mundo cuando acceden a enfundarse los trajes de la parodia. Y ahí reincide el muy golfo Robert Downey Junior en 'Iron Man 2', una nueva entrega de las correrías del hombre de hierro donde consiguen que nos descojonemos entre batalla y batalla, incluso con alguna carcajada en pleno duelo de titanes.

Como ya hizo con el venerable Sherlock Holmes, Downey Junior pega un tuneo canalla, borrachuzo y mujeriego al arquetipo de superhéroe, y nos regala momentos hilarantes cuando se pone a pinchar discos con la armadura puesta, o cuando discute por ordenador con su sufrida secretaria (profesional Gwineth Paltrow) mientras los malos se cargan el mundo. Frente a él, otro actor entregado a la fiesta, el veterano Mickey Rourke, compone a un villano monumentalmente freaky y pasado de vueltas, un ruso taciturno de mechas blancas y loro en el hombro que machaca todo lo que se mueve a 360º gracias a sus dos látigos electrizados.

El director Jon Favreau no ahorra pirotecnia digital y derroche de ritmo para las andanzas de su criatura metálica, con el ingenioso pretexto de que debe cambiarse la batería (su palpitante corazón protésico que hallará una inesperada salvación), y la película alcanza cotas francamente divertidas en escenarios tan insólitos como el circuito de Mónaco, donde Morlaco Rourke sale a la palestra para hacer volar los coches por los aires, frente a un desbordado Iron Man que busca desesperadamente la maleta de su armadura. 

Por esta chispeante ferretería también desfilan secundarios tan solventes como Sam Rockwell, fantásticamente aborrecible en su papel de envidioso industrial armamentístico, o la susodicha Gwineth Paltrow, impecable y angulosa como un dibujo de Jordi Labanda, que sigue bordando su pose de cándida firmeza ya exhibida en la añeja 'Shakespeare in Love'. Por Scarlett Johansson no se pueden lanzar tantas campanas al vuelo: aunque arranca sonrisas mientras aporrea hombres sin piedad, su personaje de agente doble supuestamente intrigante resulta tan innecesario como un geranio en un frigorífico.

Por lo demás, 'Iron Man 2' merecería un severo hachazo en cuanto al metraje (son dos horas muy evitables y a ratos exasperantes) y a pesar de su dilatada longitud, nunca consigue encajar sus múltiples piezas narrativas, derivando en una caótica chatarrería, que, si se salva de la oxidación, es únicamente por sus buenas dosis de guasa.


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