25 septiembre 2014

"Actuar es cooperar con el absurdo"

Alberto Domínguez
Entrevista en ‘La Contra’ de La Vanguardia, 5/8/2014

Por qué le atrae Cioran?
Porque está en tierra de nadie: estudié filosofía ¡y nadie me habló de él!
¿Cómo lo descubrió?
Yo me sentía desconectado de la vida... y disimulaba, callaba... Por azar leí a Cioran: ¡alguien decía lo que yo sentía!
¿Desconexión existencial?
Sí, porque la vida fluye por un lado.., y tú sientes que te has caído, que estás fuera.
¿Así se sentía Cioran?
"La creación es el primer acto de sabotaje", dijo: comprendió que la vida es un fraude.
Pero la vivió.
"Que la vida no tenga sentido es una razón para vivir, ¡la única!": vivió lúcido, sin apegos, en una buhardilla barata, yendo en bicicleta, en comedores universitarios...
Vivir será absurdo, pero no se suicidó.
"No me gusta la vida: no tiene por qué gustarme la muerte", adujo. "No soy hombre de acción", argumentó, y suicidarse es actuar.
¿Qué tiene de malo actuar?
Actuar es cooperar con el absurdo: "No vale la pena molestarte en matarte, siempre te matas demasiado tarde".
Pero escribir es actuar, también...
Cioran admitía esa contradicción, que juzgaba inofensiva: "No es posible decir nada: ¡por eso es ilimitada la cantidad de libros!" (…)
"Es más fácil renunciar al pan que a la palabra", reconoció (…).

¿Tuvo hijos?
No, coherentemente: nacer es inconveniente, y ser padre es que la vida te cuele un gol. Cioran se enamora y empareja, pero a la vez se proclama "metafísicamente soltero": "Enamorarse es querer ser engañado" (…)
¿Qué opina Cioran del sexo?
Que la inapetencia y desapego que sentimos tras eyacular entrañan una lucidez... de la que nos reponemos demasiado pronto: prolonga ese estado a toda tu vida, propone.
¿Y qué dice de Dios?
"Toda su obra le desmiente", dice Cioran, que iguala al creyente y al escéptico: "Uno carga con el peso de sus certezas, el otro carga con el peso de sus perplejidades".


24 septiembre 2014

'El hombre más buscado': últimas tardes con Philip

por JOAN PAU INAREJOS
Nota: 7

Los que estábamos rendidos a los pies de Philip Seymour Hoffman asistimos a sus últimas películas con una mezcla de cabreo y tristeza. Sabemos que son las últimas veces que lo veremos en acción. Dicen por ahí que van a recrear su imagen digitalmente para la última entrega de ‘Los Juegos del Hambre’, pero estas operaciones necrovirtuales no hacen sino aumentar la sensación de estafa, con todos los respetos para los que se emocionaron con el fantasma holográfico de Michael Jackson.

Philip no está, y esa sombra imborrable planea sobre todo lo que vamos a visionar de aquí al 2015, la fecha en la que está previsto su extraño epílogo pixelado. Mientras tanto, sin habernos reconciliado del todo con él, sin perdonarle egoístamente el haber desaparecido, toca saborear sus grandes papeles en grandes películas –‘El último concierto’– y también sus grandes papeles en películas más pequeñas, como la que hoy nos ocupa. ‘El hombre más buscado’, basada en la novela homónima de John le Carré, nos sitúa en la psicosis antiterrorista post-11-S, atmósfera de corrupción moral que le viene como anillo al dedo a PSH y su galería de personajes turbios. Esta vez interpreta al jefe de una unidad de inteligencia de Hamburgo cuyo último empecinamiento es seguir los pasos de un joven checheno en busca de asilo político. 

¿Inmigrante oprimido o potencial terrorista? La ambigüedad del tal Issa Karpov, medio ruso, medio islamista, es una acertada referencia a las identidades contemporáneas, con sus solapamientos y radicalizaciones, pero sobre todo a los miedos sin rostro de Occidente. El miedo al Otro, generador de paranoias. Muy reveladora la breve escena en la que el checheno se afeita la barba: por fin vemos a la persona que se ocultaba tras la máscara y sólo entonces le consideramos un ser humano en nuestro código inconsciente.

La puesta en escena, aun contando con reclamos tan potentes como Willem Dafoe -banquero de modos barrocos-, no es especialmente extraordinaria, pero nos mantiene pegados a la butaca explotando el filón del suspense sobre la identidad del misterioso visitante. Atención, puro suspense, sin un solo tiro, más allá de los accesos agresivos del protagonista, espléndido en su cara a cara con la joven abogada (esto es la vida real, has cruzado la línea y ahora estás con ellos), o el interesante conflicto soterrado entre Europa y Estados Unidos. La película respira la dureza y la realpolitik de la guerra fría de los 2000 sobre todo gracias a las dotes del gran PSH y su habilidad para resolver escenas con muecas que no están en el manual. De esas que no podrá reproducir ningún ordenador.

‘EL HOMBRE MÁS BUSCADO’, DE ANTON CORBIJN
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Contra el arte del 'perrito'

Baloon Dog (Orange) de Jeff Koons
Joan Pere Viladecans
'El globo del arte', Cultura/s, La Vanguardia, 24/9/2014

Mientras los grandes coleccionistas adquirían impresionistas o expresionistas, Rothko, Matisse, Picasso, Bacon… hoy las grandes fortunas recién llegadas se inclinan por Jeff Koons o Damien Hirst. Hay dierencia (¿no?). Sin duda: la que va de la aristocracia del gran arte a, no nos engañemos, la mierda pura. La que hay entre el conocimiento, la aventura creativa, la experimentación artística, y en el fondo la voluntad de conocimiento, y el kitsch babilónico decadente y la pervertida estética de Disney. Y la mala interpretación del legado de Warhol.


20 septiembre 2014

El món és dels pelacanyes

per JOAN PAU INAREJOS
Nota: 7

Què passa si s’ajunten un bandarra menjaxiclets, un ós rentador malparlat, un arbre humanoide d’intel·ligència justa, un tou de músculs que no entén els dobles sentits i una assassina a sou de color Fairy? Doncs que tenim una de les alineacions més suggestivament atípiques del cinema de superherois. Resulta que aquests han de salvar el món i se’ls coneix com els guardians de la galàxia, o sigui que la ironia, la beneïda ironia, ha vingut un cop més a refrescar un gènere amb perill d’al·luminosi.

La nova adaptació dels còmics de la Marvel té tots els paral·lelismes possibles amb la resta d’aventures galàctiques de la casa, però el seu particular sentit de l’humor i un ritme desimbolt que no està per orgues, la salven de la inòpia. Aquest equip de perdularis de la societat podria ser ben bé la rèplica incorrecta a ‘Els Venjadors’, uns rescatadors de la humanitat que ja no ho són per vocació o per amor a l’art sinó com a via fortuïta per redimir-se dels seus currículums més aviat llejos.

La música pop que surt dels auriculars del protagonista impregna tota la pel·lícula d’aquest saludable aire informal. Malgrat que el pròleg és terriblement dramàtic, els xocs i divergències entre els personatges van teixint un guió carregat d’humor domèstic, on el que importa menys és la gran missió sideral o el passat més o menys traumàtic dels combatents. El director James Gunn humanitza commovedorament les seves estranyes criatures, fins i tot quan es tracta de bèsties de laboratori o d’un home-soca que balla al ritme dels Jackson Five (impagable!). La paròdia té grapa: els encarregats de salvar la humanitat són una colla de mutants.

Zoe Saldanha surt especialment airosa d’aquesta antiaventura còsmica, confirmant que el verd li escau més, molt més que el blau (‘Avatar’). L’ajuda un Chris Patt agradablement pallús, sempre penjat del walkman com si visqués desconnectat del seu mandat heroic (ep, però quan és necessari sap sacrificar-se per amor, i així ho demostra una brillant escena amb ecos de ‘Gravity’). 

Atents també als rampells de camaraderia d’aquesta tropa incorregible, especialment el moment màgic en què es forma un anell protector a la nau per evitar els estralls d’un aterrament forçós. O els interessants gags a tomb de les civilitzacions extraterrestres que no entenen les metàfores i només s’atenen al pur literalisme... No ho dubteu, si seguiu les peripècies dels guardians de la galàxia tindreu entreteniment garantit i a més aprendreu a despatxar els borinots que se us acosten més del compte amb una frase antològica: “No cediré a la teva bruixeria pèlvica”.

‘ELS GUARDIANS DE LA GALÀXIA’, DE JAMES GUNN
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'El Niño': mi reino por una moto acuática

por JOAN PAU INAREJOS
Nota: 7,5

La industria audiovisual española ha encontrado un filón en el estrecho de Gibraltar. Entre los rompeolas de Europa y el Magreb, con vagas resonancias de los romanceros antiguos y sus amores prohibidos, se desenvuelven actualmente algunos de los productos de más éxito en la pequeña y gran pantalla. Moros y cristianos con decorados de la globalización, el terrorismo y el narcotráfico. En las cercanías de Algeciras se empieza a perfilar lo que podría ser –con imaginación de algunos– un genuino western ibérico.

Mientras ‘El Príncipe’ rompe audiencias y corazones en el prime time televisivo, ahora un experto en thrillers como Daniel Monzón también ha sacado billetes rumbo a este mundo limítrofe, donde el deje andaluz se funde con el inglés y éste con el árabe. El director de la soberbia ‘Celda 211’ ha elegido los ojos azules y rasgados del debutante Jesús Castro para condensar esa sensación de peligro y exotismo que emana de nuestros confines del sur. Un joven más bien paleto y sin pretensiones, pero capaz de zafarse de un helicóptero de la Guardia Civil. El Luisma de ‘Aída’ con la mirada de Paul Newman.

Las fugas y persecuciones sin duda concentran lo mejor y más vibrante de la película, hasta el punto de codearse con lo mejor que ha dado el género. Los lances entre la unidad aérea de la policía y los intrépidos narcotraficantes a bordo de una lancha son puro ritmo, pura adrenalina, un espectáculo audiovisual de esos que solemos decir que sólo dominan los americanos. Pues no. Como ya demostró en su thriller carcelario, y otra vez ayudado por el pétreo Luis Tosar, Monzón es capaz de rodar en nuestros aledaños lo que el gran Hollyood rueda en los suyos. Con todo lo necesario: intrigas policiales, agentes obcecados en su misión hasta el borde la obsesión y los malditos paquetes de droga cumpliendo el papel de macgguffin, ese objeto catalizador de toda la trama que bautizó Alfred Hitchcock. 

Robusto y profesional, con el sello y los personajes del buen cine clásico, en este duelo Castro & Tosar quizá se echa de menos más chispa y mito, más sabor legendario. Eso que se esboza en los planos abiertos sobre el mar, donde el personaje de El Niño pasa surcando las olas a lomos de su rabiosa moto acuática. La tentación delincuente de los que no tienen nada, los sueños de grandeza en el lado oscuro de la ley, sobre eso pasa Monzón quizá demasiado esquemáticamente (patinazos aparte, como la elección de la joven que interpreta a Amina). Sabemos bien que los pícaros rara vez triunfan en su aspiración de ascender a héroes de la mafia, pero en su empeño sanguíneo, en su apuesta desarrapada, están algunos de los mejores momentos de la narrativa universal. Ojalá Monzón hubiera sido un poco menos discreto, algo menos tácito: con un gramo más de épica, su Niño hubiera pegado un formidable estirón.

‘EL NIÑO’, DE DANIEL MONZÓN
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El precio del amor

Allen Frances, psiquiatra
La Vanguardia, 18/9/2014


Mis preocupaciones y tristezas podrían calificarse de trastorno mixto ansioso-depresivo. Mi mujer falleció hace siete años. Estuve muy triste, perdí el interés, cambió mi apetito, mi sueño y tenía menos energía... Síntomas que de acuerdo con el DSM 5 responden a un trastorno depresivo grave: más pastillas. Los mamíferos aman, el precio de ese amor es el dolor de la pérdida. Calificarlo de enfermedad y dar una pastilla reduce la dignidad del amor y lo sustituye por un ritual superficial médico.

13 septiembre 2014

Boyhood: la desmitificación del cine

por JOAN PAU INAREJOS
Nota: 8,5

“Pensaba que habría algo más”. Esta frase, pronunciada en un momento clave de la película que no podemos desvelar, sintetiza lo que podrían pensar algunos espectadores desencantados con ‘Boyhood’, gente que esperaba ese punto mágico, ese fuego dramático que tarde o temprano acaba prendiendo en las grandes historias familiares. Aquí no. ‘Boyhood’ es casi tan prosaica y seca como la vida real. Y aun así, fascinante.

El haber rodado la historia a lo largo de doce años y siguiendo la evolución física de los personajes es ya de por sí un mérito plusmarquista de Richard Linklater, merecedor de llenar las salas con una premisa metodológica tan extraordinaria y llamativa. Pero además, y ésta es la guinda del pastel, ‘Boyhood’ es una buena película, una gran película, pegada al asfalto de la vida también en los diálogos, en los personajes tan estupendamente creíbles y consistentes, en una nueva manera de hacer, fresca, rompedora, llamada a reconciliar los dos lados de la pantalla.

Linklater hace un chasquido con los dedos y consigue que el guion desaparezca para que asistamos al devenir espontáneo de una familia americana. Una familia tan llena de defectos y amarguras como la que más. A una monumental Patricia Arquette le toca lidiar con las tareas de matriarca accidental, mientras Ethan Hawke se convierte en el perfecto padre crápula que, pese a todo, se hace querer. Y en medio, Mason (Ellar Colltrane), el pasivo protagonista que todo lo ve con su distante mirada infantil.

'Boyhood' deja escenas dignas de ovación por su naturalidad tan bien construida, como las conversaciones entre padre e hijos dentro del coche (con qué soberbia ironía se recriminan mutuamente no saber nada los unos de los otros), los monólogos eufóricos de Ethan Hawke a cuenta de Los Beatles o el momento de una madre fuera de sus casillas que no sabe cómo decir a sus hijos que se vayan de casa y espabilen. Sin transiciones ni artificios, sin nada que chirríe en el plano estilístico, Linklater va enhebrando el paso de los años y lo espolvorea con divertidas referencias a la música o la política, desde Britney Spears hasta Obama pasando por la guerra de Irak o Harry Potter. Un fresco de los 2000.

Lenguaraz y sin trazas de afectación, este pedazo de cinerrealidad llena sus casi tres horas de metraje con un caudal de conversaciones aparentemente triviales y con un trajín constante de personajes que entran y salen, del mismo modo que las personas aparecen y desaparecen en nuestras vidas sin rencores ni reencuentros emotivos. El tímido Mason tiene algo de los protagonistas invisibles, como el encantador Nick Carraway de 'El gran Gatsby', y algo de esos jóvenes antihéroes que, no sabemos por qué, pero nos atrapan con su testimonio banal, como el Holden Cauldfield de 'El guardián entre el centeno'. 

En realidad, 'Boyhood' es una enmienda a la totalidad del cine tal como se ha concebido tradicionalmente: la ficción que transfigura la realidad, que la hace más intensa, más simple o más elevada ("algo más", bigger than life). Linklater hace lo mismo que Courbet cuando enseñó la enorme vagina pintada sobre un lienzo a los pacatos burgueses de su época, acostumbrados a las mujeres idealizadas. La vida es esto: pasar de hijo a padre sin poder pensarlo, sacrificarse muchas veces por nada, encadenar males menores y ver cómo el afecto va a parar frecuentemente a los que menos lo merecen. Generaciones que no cargan con las neuras y prioridades de sus antecesores. Injusto, imperfecto. Sin trucos ni atajos. Sin más guion que la libertad humana. 

‘BOYHOOD’, DE RICHARD LINKLATER
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Un dia a la Diada

Joan Pau Inarejos
Cap a les tres de la tarda, la Gran Via era desèrtica. Podria ser el començament d’un relat de ciència-ficció, i de fet, l’absència total de cotxes feia recordar inevitablement alguns fotogrames de pel·lícules postapocalíptiques. La font monumental de Plaça Espanya marcava el punt de fuga d’aquesta perspectiva tan inusual. Caminar per la carretera, més encara per una via de tanta magnitud, provoca una sensació ambigua de perill i llibertat. Una vaga fantasia anarquista: la gent prenent els carrers. Sense sorolls ni tubs d’escapament.

La bateria de comerços tancats alimentava la sensació d’estranyesa. La ciutat semblava momentàniament suspesa: uns éssers grocs i vermells l’envaïen a pas calmat. Només un basar xinès trencava el paisatge inert, amb un assortiment oportunista i profús d’estelades i refrescos. L’imperi groc sempre hi és quan el necessitem (especialment en dies festius).

En arribar a la plaça, la calor imposava la seva llei, més implacable que cap Constitució, i els dolls de la font feien venir uns primitius desitjos d’aigua. Aprofitant el clima d'al·legalitat, la gent va començar a ocupar la gespa de la rotonda. Alguns s’asseien en rotllana i plantaven la bandera com si assagessin una experiència de bivac urbà. Certes senyores grans donaven ús a unes pragmàtiques cadiretes plegables, i contemplaven l'escena com els directors durant els rodatges. Un grup aparentment molt ben organitzat va començar a grimpar per la font de Jujol amb el propòsit de desplegar una enorme estelada. Ho van aconseguir (aplaudiments), però, poc després, el pes de l’aigua va fer despenjar l’ensenya i en alguns esguards va aflorar l’ancestral pessimisme català, ara tapat per la gimnàstica de masses i el triomfalisme post-Guardiola. L'Ai, ai, ai. El Vols dir. L'Això no anirà bé.

Groc i vermell. Groc o vermell. Un home molt suat es posava impacientment la samarreta davant la silueta de Montserrat de la parada de ferrocarrils. Alguns manifestants arribaven disposats a desafiar les normes, com els que lluïen la senyera de la segona equipació del Barça, enutjosament inclassificables. La Qatar Foundation convivia amb el Che Guevara en una coalició de símbols atzarosa i multidinària. La bandera escocesa onejava amb la seva X –de moment indesxifrable–, mentre a poc a poc la V provava d’agafar la seva forma victoriosa. Des de les suites l’hotel Plaza alguns es miraven amb curiositat aquesta Barcelona convertida en Varcelona amb permís de Fabra.

Si hi ha una cosa clara en aquests merders de gran format és que els voluntaris tenen respostes per a tot. Quan van aparèixer dos passavolants vestits de paisà, sense adequar-se a cap dels dos uniformes oficials, van ser educadament traslladats als marges de la manifestació. “Vosaltres sou el marc de la senyera”, va ser l’original argumentació. "El marc". Encara tenia prou dignitat: seria pitjor ser un paspartú o un peu de foto. A la factoria Forcadell no se li escapa cap detall.

A punt d’acomplir-se el minut màgic de les 17.14h, les cantarelles i els nervis anaven en augment. Pancartes i banderes tremolaven, unes sostingudes sobre bastons de senderisme del Decathlon i d'altres sobre pals de color rosa de Hello Kitty (ho juro). Un senyor de cabells blancs proferia un pujolià “Voleu fer el favor??” per arrossegar el seu grup indolent cap al tram que els corresponia. Amb el fantasma de l’exmolt Honorable planant sobre la multitud, un grup de dones quarantines improvisava un “Pujol, ladrón / torna els calerons”, sobrades de desvergonyiment bilingüe i una actitud inconfusible de comiat de solteres.

Una ansietat existencial s’apoderava dels sectors més patidors de la nació, que temien no completar la senyera humana (“Falten grocs!! Aquí falten grocs!!”, goles al límit de la implosió), mentre els nens petits ballaven al ritme d’una veu adolescent i melindrosa que versionava País petit de Lluís Llach amb ànima de Disney Channel. Duien l’estelada lligada al coll com una capa, igual que fèiem els divendres amb la bata de l’escola i una semblant il·lusió difusa d’alliberament.

El psiquiatre Rafael Tabarés diu que hem entrat en una societat de ciutadans-plusmarquistes, entestats a fer rècords que s’acaben confonent amb els objectius. Potser per això, un cop superat l'instant del Tricentenari, com la fletxa encesa d'Antonio Rebollo del 92, la gent es va començar a dispersar, amb la sensació de la feina feta. La independència no s'havia aconseguit, però el missatge bicolor ja s'havia enviat a Google Maps. En certa manera és com si els aficionats marxessin de l'estadi després de fer el mosaic, sense esperar-se a saber qui guanyarà i, per un moment, fins i tot sense importar-los gaire.

07 septiembre 2014

En defensa de la contemplación *

Rafael Tabarés Seisdedos
Catedrático de Psiquiatría en la Universitat de València
El País, 25/8/2014

“Del ‘Todo es posible’ al ‘Nada es posible’ a veces hay una delgada línea”

Poder sin límites, ser capaz de cualquier cosa nos convierte en sujetos récord, plusmarquistas que competimos con el otro y con nosotros mismos (…). El "Yes, we can" de Obama y el "Podemos" de Pablo Iglesias expresan esta positividad de la motivación (…). Pero del "Todo es posible" al "Nada es posible" a veces hay una delgada línea pintada con el rojo casi negro de la decepción, del fracaso, de la depresión.

“El fin último de esta sociedad ha dejado de ser la utopía de progreso y de civilización para ser el afán de maximizar la producción”

No debemos perder de vista que el fin último de esta sociedad ha dejado de ser la utopía de progreso y de civilización para ser el afán de maximizar la producción y, la positividad del "yo puedo"o del "nosotros podemos" es mucho más eficiente para aumentar la productividad que la negatividad del deber y la prohibición. Porque el sujeto de rendimiento-récord (…) se explota a sí mismo, voluntariamente, sin coacción externa (es su propia mano la que levanta el látigo y golpea su Yo). (…) No creo que lo que enferma sea el exceso de responsabilidad e iniciativa, o la cultura del esfuerzo, sino la autoexplotación voluntaria o cuando aparecen sentimientos de insuficiencia e inferioridad (…).

“La positividad del ‘yo puedo’ es mucho más eficiente para aumentar la productividad que la negatividad del deber y la prohibición”

Sin embargo, hay tantas evidencias científicas que demuestran que el multitasking (la multitarea), (…) es una regresión en el desarrollo cognitivo, una vuelta a la supervivencia en la selva, donde los animales salvajes están obligados a dividir su atención en diversas tareas como comer, reproducirse o criar en constante riesgo vital o competencia. En efecto, la neurociencia cognitiva nos advierte que, más allá de las bromas sexistas, los hombres y las mujeres tenemos una limitación de la capacidad atencional a una o dos actividades simultáneas. Cualquier incremento supone una merma en el aprendizaje, una aceleración en la fatiga (…).

“El multitasking (la multitarea)  es una regresión en el desarrollo cognitivo, una vuelta a la supervivencia en la selva”

Tal vez haya que buscar más elementos para sostener el mito de la multitarea. Por ejemplo, una necesidad extrema de sentirnos vivos, de estar conectados, permanentemente conectados (…). Pero son miles de conexiones insatisfactorias, de baja calidad porque resultan irrelevantes y superficiales. (…) el 67% de los hombres y el 25% de las mujeres prefieren recibir una descarga eléctrica y sufrir un daño físico antes que seguir con el sufrimiento mental de vagar consigo mismo. Un mínimo de introspección, de meditación nos sumerge en la peor de nuestras angustias hasta autocastigarnos.

“Cuando se han conseguido los principales logros culturales y científicos ha sido bajo una profunda y contemplativa atención, ante una mirada larga y pausada. La vida contemplativa convierte al hombre en aquello que debe ser y, no la multitarea

La sociedad de rendimiento-récord manda un mensaje inequívoco: no es posible una atención profunda y contemplativa, el don de la escucha da paso a la preciada pura agitación de los hombres en acción (…). [Pero] cuando se han conseguido los principales logros culturales y científicos ha sido bajo una profunda y contemplativa atención, ante una mirada larga y pausada. La vida contemplativa convierte al hombre en aquello que debe ser y, no la multitarea, la simultaneidad o el zapping mental.

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* El título es del autor del blog

06 septiembre 2014

La belleza de los fines

José Antonio Marina
Suplemento ‘Es’, La Vanguardia, 6/9/2014


No pretendo reivindicar el placer de estudiar, sino la pasión por aprender. Esto es lo importante. Estudiar es sólo un entrenamiento para saber, de la misma manera que hacer ejercicios en la barra es un entrenamiento para bailar bien. Hay que mantener la belleza de los fines para soportar la dureza de los medios. Recuerdo (…) un profesor de pedagogía, que el primer día de clase dijo a los futuros maestros: (…) “No olviden que su profesión no es enseñar. Su profesión es conseguir que aprendan”.


03 septiembre 2014

'Com ensinistrar un drac 2': l'encant s'allunya

per JOAN PAU INAREJOS
Nota: 7

Fa quatre anys, un drac de mirada canina va aconseguir una petita proesa. No era exactament original: les seves maneres tant podien recordar E.T. com l'alienígena de Lilo & Stitch, un coala bondadós com una mascota de l'anime japonès. El carismàtic animaló de 'Com ensinistrar un drac' tampoc apareixia en cap tessitura trencadora, sinó en el context, aparentment rutinari, d'una aventura medieval de masmorres i combats víkings. Però tot i així va brillar amb llum pròpia i, per primer cop, una pel·lícula d'animació de DreamWorks va fregar la sensibilitat i el talent de la Pixar. Havia nascut un personatge: Desdentegat.

Malauradament, els continuadors de la troballa no han seguit ben bé la fórmula captivadora, allò que va fer tan especial aquell primer lliurament. Si la coneixença entre l'home i la bèstia, tímida i experimental, afaiçonava les millors escenes de la cinta del 2010 -l'ensinistrament franciscà del títol, ple de matisos i de destresa visual-, ara s'ha optat per engrandir l'espectacle per la via de la quantitat i l'embalum. Abans deu dracs, ara cent. Abans, petites transgressions al cànon infantil; ara, drama familiar en tota regla.

Més adulta, més desenvolupada: el mateix Hipo, el jove protagonista, se'ns ha fet gran i comença a tenir pèl a la cara. La seva pròtesi de cama ens recorda que és un heroi atípic, literalment mutilat per la vida (vegeu la primera part). 'Com ensinistrar un drac' introdueix conflictes moderns en decorats antics, igual que títols recents de Disney-Pixar com 'Brave', 'Frozen' o 'Malèfica'. Justificar que una mare abandoni els fills, abordar la mort de cara o fer que un discapacitat esdevingui l'amo del reialme són accidents que s'haurien considerat intolerables en els tradicionals contes de fades passats pel sedàs de la Disney.

En aquest sentit, la pel·lícula fa un exercici agosarat d'aggiornamento medieval -més reeixit fins i tot que 'Brave'-, que sens dubte entusiasmarà molts espectadors. Barreja arquetips i escenes clàssiques del gènere amb aquesta escampadissa constant de picades d'ullet: som escapistes, sí, però també sabem en quin món vivim. Podem fer una gran aventura amb una família desestructurada. A partir d'aquí se'ns plantegen algunes preguntes. És aquesta, la funció de l'animació dita infantil? Val la pena sacrificar la màgia i la idiosincràsia per voler ser més contemporani? I encara més: té sentit reformar i modernitzar els esquemes dels contes de fades, en lloc de cremar les naus i atrevir-se amb nous marcs simbòlics? (ja no recordem 'Toy Story'?).

Que la pel·lícula és espectacular i vibrant no ho nega ningú. I que ambiciona trencar motllos, tampoc. Però tantes aspiracions li han tret protagonisme a l'autèntic rei de la funció, aquest Desdentegat, una mica confós entre la gentada, que ens recorda encara l'essència més primària i universal de l'animació. Poden canviar les modes, les èpoques i les regles de joc, però sempre ens atraparà per damunt de tot un ninot que es mou amb gràcia, un dibuix amb ànima. Tant innocent i  misteriós com la mirada del nostre gos.

‘COM ENSINISTRAR UN DRAC 2’, DE DREAMWORKS
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